La base de este concepto de salvación
por obras es la idea de que uno puede ser suficientemente bueno para “merecer”
o “ganar” la vida eterna. Esta idea está basada en un concepto erróneo de Dios,
es decir, un concepto de Dios como no tan santo ni justo como para exigir de
nosotros la perfección. Este concepto erróneo enseña que a Dios no le importa
“mucho” si los hombres no son perfectos.
Cada persona que confía en su
propia justicia (es decir, en sus propias obras) para ser justificada ante
Dios, sabe que no es perfecta ni libre de culpa ante la ley divina. Entonces
para ser justificada por sus obras, tiene que afirmar que Dios aceptará menos
que la perfección. Tiene que creer en un “dios” a quien no le importa si uno
alcance o no la perfección.
La justificación es un acto “legal” (o
“judicial”) de parte de Dios por el cual los pecadores que creen en Cristo son
“declarados justos”, es decir, “libres de culpa” ante la ley divina. Ellos son
tratados por Dios como si nunca hubieran pecado y considerados como si hubieran
guardado todo los mandamientos de ley divina.
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