Supongo que la mayoría de los cristianos profesos conocen el texto
bíblico que encabeza esta página. Su sonido es probablemente familiar a sus
oídos, como una vieja tonada. Probablemente usted lo ha oído, o leído,
comentado o citado muchas veces. ¿No es así?
Pero, en realidad, ¡cuán poco se considera la sustancia de este texto!
Pareciera que no se conoce la doctrina que contiene, pareciera que raramente se
pone en práctica el deber que nos presenta. Lector, ¿no es verdad lo que digo?
No se puede decir que el tema sea nuevo. El mundo
data de la antigüedad, y tenemos la experiencia de casi seis mil años para
ayudarnos. Vivimos en una época cuando hay una fuerte dedicación a la
educación por todos lados. Nos enteramos de escuelas nuevas que se levantan por
todas partes. Nos cuentan de nuevos sistemas, y nuevos libros para los niños y
jóvenes, de todo tipo y clase. Y aun así, a la gran mayoría de los niños
evidentemente no se les enseña el camino que deben tomar, porque cuando llegan
a la adultez, no caminan con Dios.
Ahora bien, ¿cómo podemos explicar esta situación? La verdad lisa y
llana es que el mandamiento del Señor en nuestro texto no se tiene en cuenta y,
en consecuencia, la promesa del Señor en nuestro texto no se cumple.
Lector, estas cosas deben llevar a una profunda
reflexión.
Escuche, pues, una palabra de exhortación de un pastor, sobre la instrucción correcta de los hijos. Créame, el tema es uno que debe sacudir cada conciencia, y hacer que cada uno se pregunte: "¿Estoy haciendo todo lo que puedo en este sentido?"
37 Páginas
No hay comentarios:
Publicar un comentario