Es la voluntad y
señalamiento del Señor Jesucristo El Rey y Cabeza de Sus Iglesias, que los
miembros de la Iglesia se comporten con sus pastores, como sus siervos
elegidos, que vienen en Su nombre, llevan Sus mandamientos, y llevan a cabo
Sus negocios; y quienes deben ser tratados, en todos los aspectos, en una
manera que corresponda a su oficio.
Cualquiera que los ignore,
insulte o descuide, en la descarga de sus deberes oficiales, desobedece y
rechaza su Divino Maestro, Quien resentirá intensamente todas las injurias
hechas a ellos.
Aquellos que entretienen
pensamientos bajos del oficio pastoral, y desdeñan su ministerio, que hablan
con rechazo de sus ministros, que levantan un espíritu de resistencia a sus
consejos, advertencias y reproches, que se esfuerzan en minimizar esa justa
reverencia que les es dada por su trabajo en nombre de su Maestro,
ciertamente los rechazan, y no sólo a ellos sino también ¡a Aquel que los
envió!
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